Hablar de los problemas

Cuando nos sucede algo desagradable podemos estar dispuestos a sentirlo y a experimentarlo…o solo a contarlo.

Hablar de ello con los demás puede aliviarnos en cierta medida y de hecho para ciertas personas ya es un gran paso enormemente terapéutico. Pero también puede hacernos permanecer estancados y con mayor sensación de incapacidad.

¿Cuántas veces nos explicamos a nosotros mismos (o a los demás) el problema, hacemos teorías, inventamos causas…? Y ¿dónde nos lleva eso?

La mayor parte de veces, a alimentar el problema y a permanecer en el mismo sitio. Hasta que un día nos damos cuenta que hablar ya no sirve de mucho y entonces, empezamos a vivir y a soltar la experiencia.

Uno de los retos a los que me enfrento como psicóloga es poder ayudar a quien me elige, a discernir entre el discurso útil y necesario y el que no. Entre su explicación del problema, su necesidad sana y necesaria de contarlo y de estructurarlo, y el enganche a las palabras y a la «no vivencia» o la «no acción».

Mi función como psicóloga NO es meramente escuchar, es facilitar a la persona que conviva con la experiencia, para que pueda trascenderla. Es invitarle a vivir aquello que evita, aquello que no quiere o puede mirar.

¿Cómo? A través de diversas dinámicas y sobretodo de la escucha del cuerpo, la respiración, las sensaciones y la conexión con los valores y la autenticidad.

¡Feliz fin de semana a tod@s!

 

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